Ayer fue un día raro. Las palabras no pararon. Todo el tiempo mi mente hablando. Que si fui yo, que si no sé, quién. Que talvez si tengo la culpa. Que siempre busco el abandono. que disfruto la soledad. Los días de tristeza me saben a dolor puro, que las letras llegan más, que escribo, las ideas son mejores. Que el dolor ya es mi amigo. Que yo soy quien lo llama. Pero las palabras ayer me hicieron más daño. No podía estar en el silencio. El ruído me mataba. El corazón se estrujaba. Los ojos quisieron llorar, pero no los dejé. Ya estaba decidido. No vas a llorar más.
Cómo es que lo decidí. Cómo es que puedo ordenarle a las emociones estar o no estar. Sentir o no sentir. Afectarse o no. Cómo creo que puedo hacerlo. Y me doy cuenta de lo pequeña que soy. De lo frágil. Y tuve la ausencia y el deseo de llamarte, de decirte cuanto te extraño. De proponer una tregua, de regresar el tiempo y entender el momento.
Y sí, cambiaría dos cosas... le cerraría la puerta al pasado, en las narices, porque no me IMPORTA, hace tiempo dejó de hacerlo, a veces creo que mucho antes del adiós.
Y volaría en ilusión del presente... y si hoy leyeras estas letras... suplicaría una oportunidad de volver a sentir esa dicha que me regalaste sin darte cuenta. De las sonrisas que provocaste a un corazón que se fugó en el trabajo. Que no quería saber más del amor. Del beso tibio, con abrazos llenos de cosquillas. Y fue así como tocaste fibras que nunca pensaste... hay cosas que valen la pena. Y para mi, tu eres una de ellas. Aunque trate de ser fuerte. De borrarte.
Pero no sé a dónde escribirte, cómo conquistarte, cómo seducirte en sueños, como hechizarte de mi... soy muy tonta en cosas del amor.
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